Observatorio Nacional Ciudadano
Afuera
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Diana Sánchez

El Universal


Dentro de las cárceles se pueden escuchar miles de historias diferentes, las razones por las que la se llega a esos lugares son diversas, algunas incluso difusas. Las personas dentro de los centros penitenciarios no sólo están limitadas por esas paredes, sino que sus vidas están condicionadas a las decisiones de las autoridades que, sobra decir, las considera una estadística que hay que mirar de lejos. 

 

Pero, independientemente de las razones por las que han llegado a esos lugares, ¿qué pasa ahí adentro? Actualmente, los centros penitenciarios son lugares en los que conviven miles de personas que cometieron un delito – o no – sin ninguna guía, sin reglas, sin límites y sin posibilidades. Por ello, es muy fácil que los sigan reproduciéndose y todos son obligador a convivir con la ilegalidad. 

 

Para cambiar este paradigma, primero es fundamental ampliar la percepción que tenemos de las cárceles como centros para castigar a quienes cometen delitos, o incluso, como un lugar para pagar una deuda social por ese tipo de actos. Es urgente que la política en la materia, no sólo desde el discurso, pase de entender a los centros penitenciarios como lugares para contener personas que han cometido un delito a unos que los doten de apoyo psicológico, técnico y de herramientas para su reinserción a la sociedad. 

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