Un espejismo en el desierto: la Guardia Nacional y la militarización
Pablo Parás Ochoa
El Universal
La Guardia Nacional (GN) ha hecho un esfuerzo excepcional para reducir la inseguridad en México. En un comunicado de prensa emitido a finales del año pasado por la GN, se menciona que esta ha sido clave para combatir el crimen de diversos tipos y generar una disminución de la percepción de inseguridad a su punto más bajo en los últimos cinco años.1 Aunado a ello, la GN junto con el Ejército y la Marina cuentan con el respaldo de una opinión pública mayoritariamente favorable.2 ¿Por qué, entonces, ha habido tanta oposición por parte de los organismos de la sociedad civil y de los organismos internacionales a su creación?
En 2006, México adoptó una respuesta militarizada para enfrentar al crimen organizado. Desde entonces, la violencia y la inseguridad han aumentado de forma descontrolada y no han disminuido. Después de doce años de violencia, era necesario abrir un nuevo capítulo en la historia de la seguridad en México.
Sin embargo, en 2018, el gobierno federal eliminó a la Policía Federal y creó una nueva institución de seguridad interna: la Guardia Nacional. Esta incorpora elementos de la Marina y del Ejército que estaban ya realizando funciones de seguridad y las regulariza para que tengan mayor supervisión y puedan actuar mejor.3 Dicha estrategia me parece alarmante porque, más que un cambio de rumbo, representa una profundización y expansión de la militarización de la seguridad interna mexicana.